¿Cómo sería caminar día a día en una ciudad o en una comuna donde no existan árboles ni vegetación, o vivir en un barrio sin espacios al aire libre, comunes, para el encuentro entre los habitantes y de cercanía con la naturaleza?
Las áreas verdes son un requerimiento básico para la calidad de vida de los habitantes de una ciudad. Aunque no se toma como un tema prioritario al hacer ciudad, el rol que cumplen y sus beneficios, tanto ambientales como sociales, son fundamentales para el habitar urbano.
Nuestra realidad
Dada la importancia de las áreas verdes en la calidad de vida urbana, se han propuestos diversos estándares de áreas verdes relacionado con la cantidad de habitantes en una ciudad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un estándar mínimo de nueve metros cuadrados de áreas verdes por habitante para una población urbana, índice que ha tomado gran relevancia en los últimos años. Pero más que el valor del índice, lo que nos afecta principalmente es el real estado, uso, accesibilidad y distribución de esas áreas verdes urbanas.
Esas áreas verdes, ¿son en realidad verdes? ¿Todos tienen acceso a ellas? ¿Son beneficiosas para la comunidad, barrio o comuna? Basta con sólo recorrer y observar el espacio público de la mayoría de las comunas de nuestra ciudad para darse cuenta de la realidad. Más aún, si evaluamos el índice a nivel comunal, se presentan grandes variaciones que reflejan la problemática: la desigualdad en la distribución espacial y calidad de estas áreas dentro de la ciudad.
Ahí está el nuevo desafío. Una ciudad tiene que pensarse de forma íntegra, como un cuerpo con distintas partes y funciones, pero donde todo está conectado e interrelacionado. Un sistema complejo, que crece, que muta, se adapta y crea vida. Sabemos que una de esas partes que conforman el sistema son las áreas verdes, espacios que cumplen una doble función social y ecológica fundamental para el habitante urbano.
Por Josefa Morales: Josefa Morales, estudió arquitectura en la Pontificia Universidad Católica de Chile, de donde egresó a principios del 2010. En mayo de ese mismo año, ingresó a trabajar a la Fundación Mi Parque para implementar proyectos en zonas afectadas por el terremoto. Desde ahí en adelante formó parte del equipo como Jefe de Proyectos, a cargo de la gestión, diseño y construcción de plazas participativas y patios educativos en colegios. Desde 2012 hasta ahora se desempeña como Coordinadora General de Proyectos ligados a la educación ambiental